lunes, 7 de febrero de 2011

Dios dijo hermanos, pero no PRIMOS

Uno de los mayores males del cine español, obviando el cine casposo y demás subgéneros made in Spain, es que cuando nos encontramos con un film que parte de una buena premisa, la trama empieza a desinflarse conforme avanzan los minutos, llegando finalmente a una anticlimática sensación de que no se ha explotado todo lo bien que podría haberse hecho. Curiosamente, el tercer largometraje -y primera comedia pura- de Daniel Sánchez Arévalo (Gordos, AzulOscuroCasiNegro), sufre justamente del efecto contrario.


¿Pero entonces es buena o no?

Comencemos por el manido pero inevitable resúmen para el que venga despistado. A Diego (Quim Gutiérrez) le deja su novia cinco días antes de la boda, pero aún así se presenta por si acaso. En la iglesia se encuentra con sus primos Julián (Raúl Arévalo) y Jose Miguel (Adrián Lastra: apellido que, como iremos viendo, resulta ser profético). El caso es que, para ayudarle a salir de la depresión, deciden hacer una escapada de todo, con la inevitable ruptura de móviles, al pueblo en el que veraneaban cuando niños. Una vez allí se encontrarán con que muchas cosas han cambiado, como el amor de juventud de Diego, Martina (Inma Cuesta), que ahora es madre soltera, o el antiguo dueño de un videoclub (Antonio de la Torre), que se pasea borracho por el pueblo.

Con este no demasiado original punto de partida nos meten de lleno en una comedia romántica sin que nos de tiempo a cogerle el mínimo cariño a ninguno de los personajes, que caen mal por pura intuición (especialmente el de Adrián Lastra, que en un ejercicio de amateurismo extremo casi parece que se esté riendo en escenas serias con un personaje exagerado y tremendamente falso). Sin embargo, Sánchez Arévalo cuenta con ese comienzo tan abrupto (en 15 minutos Diego le declara su amor a Martina, y las palomitas a la mitad) para hacer una suerte de comedia romántica invertida, y poco a poco los personajes comienzan a convertirse en personas -algo- más cercanas.


El de la izquierda actúa mejor.

Aún así, por mucho que la cinta mejore conforme va avanzando, en parte también gracias a los más que solventes secundarios (estupendos Antonio de la Torre y Clara Lago), no deja de estar presente el otro gran problema de la cinta. Los diálogos. No es que sean malos, no, de hecho son muy ingeniosos. Demasiado. Nos encotramos aquí con un mundo irreal en el que todos los personajes (ya sean abogados o chonis) tienen siempre la réplica perfecta, lo que junto con lo rebuscado de las situaciones en sí, no ayuda en nada a la credibilidad de la película.

Las tetacas gratuitas no podían faltar, eso sí.

En definitiva, Primos es un bajón en la carrera de Daniel Sánchez Arévalo, pero no es un bache insalvable. El ritmo no decae en ningún momento, la comedia tiene algunos momentos muy buenos, los paisajes de Comillas te dan ganas de coger un tren y plantarte allí, y sales del cine más contento de lo que entraste, y desde luego más contento que en los primeros minutos, en los que un servidor estaba enfurruñado en el asiento farfullando sobre lo mala que era la película.

Lo mejor: Que acabe mejor de lo que empieza, cosa inaudita en general.
Lo peor: La inverosimilitud de los diálogos y situaciones. Y Adrián Lastra, todo un lastre.
El momento: Cada uno de los emotivos clímax de la historia de cada primo.

2 comentarios:

Octif dijo...

Interesante crítica sobre la película Primos. No es la típica que me gastaría el dinero en verla. Si eso por televisión.

Tu crítica no hace más que confirmarme lo q me esperaba de Primos. Al final, se convierte en el mismo tipo de comedia española que tanto se critica ("Sobreactuación", "personajes tipo" "tetacas gratuitas") aunque por lo visto cierra bien la historia...

Pues nada, veo q sólo es para seguidores de la comedia española. Para todos ellos, que aprovechen...

nomecopies dijo...

En absoluto es para seguidores de la comedia española. Aunque cae en algún tópico, como lo de las tetacas, que parece casi un requisito de las productoras, es una comedia diferente a lo que se suele ver en el panorama español. Y precisamente los diálogos huyen de la cansina "naturalidad" que intentan meter con calzador en el cine español. Lo malo es que tira para el extremo opuesto, demasiada artificialidad.